Por
Roberto Pérez Betancourt
Este
hombre alto, de piel oscura, nervios de acero, rostro y cuerpo
impávidos bajo las luces de todos los escenarios, rompió
barreras y tabúes, y a fuerza de cantar lindo asombró
al mundo latino durante más de 58 años con una
voz especial, distintiva para el danzón, y fue llamado
para la posteridad “Caballero de la música popular cubana”.
Así lo nombra el célebre periodista Orlando Castellanos,
en entrevista radial, publicada en Cuba, poco después
del fallecimiento de Barbarito en Ciudad de La Habana, el seis
de mayo de 1995, a los 85 años de edad. ´
Había nacido en un lejano batey del ya demolido central
azucarero San Rafael de Jorrín, en el municipio de Bolondrón
de la provincia de Matanzas, unos 150 kilómetros al sudeste
de la capital cubana.
Sin haber estudiado música, este artista de talento innato
mantuvo su brillo y estilo distintivos en escenarios internacionales,
prácticamente hasta su deceso.
Muchos creen que Barbarito Diez nació en la región
oriental de Manatí, provincia de las Tunas, porque desde
los cuatro años de edad su familia se trasladó
a ese sitio, donde su padre Eugenio trabajaba como obrero.
Cuentan biógrafos del artista, que desde temprana edad
escolar, la maestra de la escuelita de Manatí, a la que
asistía el niño, descubrió que este estaba
dotado de una bella voz y singular entonación, y alimentó
en él sus instintos para cantar.
A los 20 años de edad, Barbarito estaba listo para conquistar
el mundo del arte. Aunque eran tiempos duros, se despidió
de los suyos y confiado en su inspiración se lanzó
a conquistar la capital del país.
Muy pronto integró un trío con los célebres
Graciano Gómez e Isaac Oviedo y poco después alternó
esas actuaciones con las que inició en la Orquesta danzonera
de Antonio María Romeu, “el mago de las teclas”. A partir
de entonces comenzaría a tejerse la fama de este artista
que entre otros apelativos espontáneos de su público,
fue llamado “La voz de oro del danzón”, y “El príncipe
del danzón”.
Varias generaciones disfrutaron la voz inconfundible de Barbarito
Diez. Obras de Ernesto Lecuona, Pedro Flores, Rafael Hernández
y otros sobresalientes creadores fueron bordadas con especial
timbre por este virtuoso, que a diferencia de otros cantantes
se distinguía por mantener una postura erecta, prácticamente
inmóvil frente al micrófono.
Escenarios de numerosos países de América Latina,
Estados Unidos y Europa aplaudieron a Barbarito, quien a lo
largo de su fructífera existencia grabó decenas
de discos de larga duración y fue presencia constante
en cabarets, teatros, bailes, emisoras de radio y televisión.
BARBARITO
HABLA DE BARBARITO -Barbarito,
¿tú naciste en el central Manatí? -
Casi todo el mundo cree eso, pero yo nací en el término
municipal de Bolondrón, provincia de Matanzas, más
exactamente en un central azucarero ya demolido que se llamó
San Rafael de Jorrín. -¿En
qué fecha?
-
El día de Santa Bárbara, el 4 de diciembre de
1910. -
¿Por qué casi todo el mundo, como tú mismo
dices, cree que naciste en el antiguo central Manatí,
actual Argelia Libre? -
Cuando solamente tenía cuatro años de edad, mis
padres se trasladaron a otro central azucarero, en la provincia
de Oriente, mi querido central Manatí, donde mi padre
trabajó como obrero. Allí, en una escuelita del
batey, estudié las primeras letras, y precisamente en
esa escuela empecé a cantar. -¿Daban
clases de canto? -
No, qué va. Parece ser que a la maestra le gustaba mi
voz y la entonación y me ponía a cantar en los
actos escolares y siempre me pedía que sirviera de voz
guía para entonar el Himmno Nacional . En verdad, desde
la más temprana niñez me gusta cantar. -¿Por
qué te gustaba cantar? -
Me gustaba no, me gusta. Mira, yo no sé a ciencia cierta,
pero, por ejemplo, cuando era un niño, escuchaba las
grabaciones del Trío Matamoros, sobre todo las composiciones
de Miguel, y me las aprendía y pasaba todo el día
cantándolas. Por aquella época los números
musicales de Miguel Matamoros ya eran famosos. -¿Cuándo
comienzas a cantar como profesional? -
Esto fue en uno de mis viajes a La Habana. La primera vez que
vine fue al terminar la zafra en el Manatí, en 1928.
Regresé y al terminar la zafra del 29 hice mi segundo
viaje a la capital, pero regresé para hacer otra zafra,
y en el año 30 le dije a mi madre que iba a repetir el
viaje a La Habana, pero ya para quedarme. Ella no me lo creyó.
Vine, comencé a luchar y aquí estoy desde entonces.
-Me
hablas de tres viajes de ida y vuelta al término y comienzo
de zafras azucareras en el central donde vivías. ¿Eso
quiere decir que trabajabas en el central? -
Sí, trabajaba de mecánico durante los períodos
de molienda. Yo quería ser sastre pero a mi padre no
le gustaba que aprendiera ese oficio. Así que me consiguió
un trabajo, primero como aprendiz de mecánico, de ayudante,
y de esa forma ocupé después una plaza de mecánico.
-¿Cuando
decidiste venir para quedarte tenías aquí algún
trabajo ya asegurado? -
Yo vine a luchar. Vine a quedarme, porque como a todos los del
campo, a todos los guajiros, La Habana me deslumbró desde
la primera vez. -¿Viniste
con la idea de triunfar cantando? -
Cuando llegué aquí, en ese tercer viaje, que fue
el 11 de mayo de 1930, no pensé ni por un momento que
venía a cantar ni que pudiera hacerlo y muchísimo
menos que seria conocido como cantante. Como he dicho antes,
me gustaba cantar pero no vine con esa idea.
-Bien,
eso no fue lo que te trajo a la capital, pero cantaste y triunfaste.
¿Cómo sucedió? -
Como me gustaba la música empecé a recorrer los
lugares donde ensayaban los sextetos, que eran las agrupaciones
que estaban de moda entonces. Cuando a uno le gusta una cosa,
realmente la busca. Un amigo, nombrado Alberto Rivera, a quien
conocí en mi primer viaje, me llevó a la casa
de la calle Vapor número 7, esquina a Hornos, que era
el lugar donde ensayaba el Sexteto Matancero de Graciano Gómez.
Me presentaron y Rivera le dijo a Graciano que yo cantaba. Me
invitaron a que lo hiciera y canté el bolero de Miguel
Matamoros Olvido . Aplaudieron los músicos y la gente
que estaba allí. Continuaron ellos su ensayo
y yo me fui. Pero como el ambiente me resultó muy agradable,
al día siguiente me fui de nuevo a oírlos ensayar.
Cuando llegué, Graciano me dijo que estaba buscando una
voz prima y me preguntó si quería cantar con ellos.
Les dije que sí, pero que a fin de año yo tenía
que volver a mi trabajo en el central. Él e Isaac Oviedo
me convencieron de que el período de las Navidades y
el fin de año eran las fechas de mayor cantidad de trabajo.
Accedí, seguí ensayando con Graciano y con Isaac,
y desde entonces ésta es mi profesión. 14
de abril, 1977 Graciano
Gómez : Un día Albertico, que era un asiduo a
los ensayos, me presentó a un hombre muy joven y muy
serio y me dijo que aquel joven cantaba. Le pedí que
lo hiciera. Yo estaba buscando una voz de primo pero no le dije
nada, y él cantó Olvido . La voz de aquel joven
no necesitaba de micrófono, es esa misma voz que aún
conserva Barbarito Diez y cantó así, como siempre
lo hemos visto, sin apenas moverse. Al día siguiente
lo convencí para que se quedara en el trío. -
Barbarito Diez: ¿Usted se recuerda, Graciano, qué
fue lo que yo le dije cuando me propuso quedarme? -
G.G.: Ah, sí. Me dice: «Yo no sé tocar claves,
ni maracas y mucho menos guitarra.» Pero a mí lo
que me interesaba era un cantante y por casualidad, ese día
encontré al mejor. -
Orlando Castellanos: Barbarito, me dijiste en otra entrevista
que habías ido al ensayo del Sexteto Matancero de Graciano
y ahora se está hablando del trío. -
B.D.: Creo que el que puede explicar mejor esto es el propio
Graciano. -
G.G.: Sí, como teníamos que buscarnos la vida,
yo armaba un sexteto, un cuarteto, un trío y hasta un
dúo. Organizaba lo que hacía falta para cada momento
y lugar. -
B.D.: Yo canté en todas esas combinaciones musicales
que hacía Graciano. -
G.G.: Pero lo que más repercutió de todos fue
el trío que integramos Barbarito, Isaac Oviedo, ese tremendo
tresero, y yo.
-O.C.:
¿Por qué fue el que más repercutió?
-G.G.:
Como éramos tres personas solamente, podíamos
cantar, como lo hicimos, en los cafés Mar y Tierra y
Vista Alegre, y allí nos contrataban también para
fiestas particulares alguna gente pudiente, como industriales,
comerciantes, artistas, políticos y periodistas de la
época...
-
B.D.: Siempre andábamos de un lugar para el otro. El
café Vista Alegre, que estaba en Belascoaín entre
San Lázaro y Malecón, tenía entrada por
las tres calles, y servicio durante las veinticuatro horas,
y lo frecuentaban, principalmente, la gente de dinero. Tenía
un magnífico restaurante con reservados, salones amplios
de muchas mesas y una gran barra. Nosotros tocábamos
en el restaurante, les gustábamos y nos llevaban a sus
fiestas, y así vivíamos relacionándonos
con mucha gente distinta cada día. -
G.G.: Fue ahí donde yo le presenté a Barbarito
al maestro Antonio María Romeu, al doctor Eduardo Robreño,
a Sindo Garay, a Sánchez Galarraga, al guitarrista Guyún,
a Gonzalo Roig, en fin, todas aquellas gentes del desaparecido
Vista Alegre. -
B.D.: Trabajábamos mucho. A veces con aquella bohemia
habanera que tenía su centro en el Vista Alegre terminábamos
con el sol afuera. -
G.G.: Y mire, Castellanos, Barbarito, que se inició tan
joven en ese ambiente de bohemia, de tragos, porque entonces
tenía veintiún años, nunca bebió
ni fumó. Eso sí, trabajaba, cantaba con toda dedicación
y seriedad. A Barbarito le decían El Negro Lindo y le
gustaba mucho a todo el mundo, tanto que siempre me insistían
en que lo llevara al Vedado Tennis Club, al Country, a todas
partes. Lo admiraban desde entonces por su «hombría
de bien», como dicen los antiguos, y por su manera de
tratar al público: no era solamente su forma de cantar,
sino su trato con las personas. Desde los más pobres
hasta los más ricos, lo elogiaban por todas esas cualidades.
-
O.C.: ¿Y hasta cuándo el trío trabajó
en el Vista Alegre? -
G.G.: Hasta el 31 de diciembre de 1958. -
O.C.: Pero, Barbarito, tú te habías ido antes
del trío, ¿no? -
B.D.: No. Yo permanecí en el trío, ahí
en el Vista Alegre, durante veintiocho años, desde 1931
hasta el 31 de diciembre de 1958. -
O.C. : ¿Por qué la fecha tan precisa? -
B.D.: Ese día el café lo cerraron porque los dueños
del inmueble habían decidido venderlo, pues iba a ser
demolido para construir un edificio de varias plantas. -
O.C.: Ya para esa fecha tú eras conocido por medio de
la radio y los discos como cantante de la orquesta del maestro
Antonio María Romeu. -
G.G.: Antes de que Barbarito le conteste, déjeme decirle
que ésa es una larga historia. La primera vez que Romeu
lo escuchó cantar se me acercó y me dice: «Oye,
qué buena voz tiene ese muchacho, y qué medida
musical.» Esto también me lo dijo Sindo. Luego,
cada cierto tiempo, en el café o cuando yo pasaba por
su casa, incluso a altas horas de la madrugada, Romeu me pedía
algunas de mis composiciones diciéndome: «Mira,
ésa que canta el muchacho», así le decía
por esa época Romeu a Barbarito. El maestro las tomaba
y las arreglaba para tiempo de danzón. El doctor Eduardo
Robreño también se me acercó varias veces
diciéndome que sería bueno que Barbarito cantara
con la orquesta del maestro sin que dejara el trío...
-
B.D.: Y así fue. Comencé a cantar con el maestro
Romeu en la emisora El Progreso Cubano, la actual Radio Progreso,
que estaba instalada por entonces en la calle Monte. Uno de
sus cantantes era Diego Rodríguez y el otro era Rogelio
Martínez, que cuando necesitaba hacer algún otro
trabajo me pedía que lo supliera en las transmisiones.
En 1937 Dieguito pasó a la orquesta de Armando Valdespí
y me quedé fijo con el querido «mago de las teclas»,
que es como se le conoce a Romeu. Era el cantante de la orquesta
pero seguía actuando con el trío. Al fallecer
Romeu, en 1955, me hice cargo de la orquesta junto al hijo del
maestro, aunque siempre seguí actuando con mis hermanos
Graciano e Isaac. 3
de febrero, 1975 -Hablemos
de tus primeras grabaciones de discos.
-
Esto fue en el 37 ó 38, con la orquesta. Los temas fueron:
Dime que me amas , de María Teresa Vera; Volvi a querer
, de Mario Blanco; de Graciano Gómez, Dale como es ;
de Julián Fiallo, El bombero ; y De amor no se muere
nadie , de Faustino Miró. También de ese tiempo,
pero la fecha no la tengo muy clara, son las grabaciones que
hice con el cuarteto de Graciano. -Se
propaló el rumor y hasta creo que se publicó el
pasado año, que te habías jubilado... -
No fue un rumor. En julio de 1974 presenté mis papeles
para el retiro, la jubilación como se dice ahora. En
diciembre cumpliré sesenta y cinco años y tengo
cuarenta y tres de trabajo artístico. Me llegó
la jubilación y con ella en la mano me dije: «Si
aún estás saludable, la gente te quiere y aplaude,
te llaman de la radio, de la televisión, grabas discos,
te contratan para fiestas y espectáculos... si te gusta
cantar, ¿para qué pides la jubilación?»
Ahí mismo le di marcha atrás. Devolví la
chequera y continúo. Creo que puedo cantar algunos años
más. Si llego a acogerme al retiro que pedí y
se me concedió, me hubiera enfermado. Yo padezco de diabetes,
pero me siento bien, tengo mi tratamiento. Yo estoy muy enamorado
de mi trabajo. Me gusta cantar y me parece que puedo hacerlo
por unos años más, y aquí me tiene trabajando.
20
de noviembre, 1979 -En
otra oportunidad hemos hablado de tus primeras grabaciones.
Quisiera conocer ahora cuántos discos has grabado. -
Hasta esta fecha tengo once placas de larga duración.
De los grabados en 78 y 45 he perdido la cuenta. Espero que
en unos meses salga el LD número 12. -¿De
los temas que has interpretado, cuáles estimas que son
los que prefiere el público? -
Siempre me piden Entre espumas, de Luis Marquetti; La perla
del Edén, Tú no comprendes, Longina , Olvido ...
Son tantos los que siempre me solicitan que sería muy
extensa la relación.
-¿Y
tú cuáles prefieres? -
Todo lo que he cantado y canto me gusta, por eso las interpreto.
Pero sí, tengo preferencias: En falso , que la canto
desde los años cuarenta y es original de Graciano Gómez;
Perla marina, de Sindo Garay; Longina , de Manuel Corona; Allí
donde tú sabes , de Luis Marquetti. Pero dejémoslo
ahí, porque la relación sería larga. -¿Se
da el caso de autores que te han llevado sus obras para que
las estrenes? -
Muchos de ellos lo han hecho y lo hacen todavía. Para
mí es un honor que tengan esa confianza, y ese cariño.
Cuando me las traían, yo se las daba al Viejo, que era
como cariñosamente llamábamos a Romeu; ahora se
las doy al arreglista de mi orquesta. 27
de junio, 1980 -Hace
algunos años, en el 75 ó 76 , te conté
sobre la inmensa popularidad de que gozas en Venezuela. En casi
todas las casas que visité vi tus discos, y en muchas
hasta los escuché. Las emisoras los ponían en
su programación. En los días finales del año,
era tu voz una de las que más se oía... Ahora,
al fin, por lo menos los caraqueños, te tendrán
entre ellos. -
Para mí esto representa una emoción muy grande.
Siento una gran felicidad. Esperaba esta oportunidad desde mucho
tiempo atrás. ¡He recibido y saludado a tantos
venezolanos que han venido a Cuba y han querido conocerme! Tú
mismo me contaste tantas cosas lindas... Luego, el disco de
larga duración que me solicitaron con temas venezolanos
y que grabé con mucho agrado en 1977 y que he sabido
está entre los más populares de aquel país.
Al fin iré a Venezuela con un contrato para actuar con
la orquesta en el hotel Tamanaco. Solamente deseo no defraudar
a los venezolanos y regresar con gloria a mi Patria. 2
de agosto, 1980 -¿Cómo
fue tu encuentro con el pueblo venezolano en Caracas? -
La emoción me embarga todavía. Estoy lleno de
felicidad. A grandes rasgos te contaré que la noche del
debut en el hotel Tamanaco, en un espectáculo denominado
El super show del recuerdo , la orquesta abrió con un
danzón instrumental: Tres lindas cubanas , aquel danzón
que fue siempre el preferido del maestro Romeu. Al terminar
la orquesta el aplauso fue extraordinario. Anunciaron entonces
mi actuación. El público, que repletaba aquel
inmenso salón, se puso de pie y aplaudió durante
no sé qué tiempo, y comprobé que tenía
fuerte el corazón porque pensé que no resistiría
esa emoción. Ha sido la ovación más grande
que he recibido en mi vida. Así ocurrió con cada
uno de los temas que interpreté, y fueron doce cada noche.
La noche de despedida, aquello que era un espectáculo
para ver y escuchar, se convirtió en un inmenso baile,
y aún no me explico cómo se las arreglaron para
danzar, ya que el piso estaba totalmente cubierto con una alfombra.
Todo el mundo se puso a bailar... Son muchos los gratos recuerdos
que guardo y guardaré de estas presentaciones en Venezuela,
del cariño y respeto de los caraqueños. Esto jamás
se podrá borrar de mi memoria. Imagínate que esto
me sucede ya con sesenta y nueve años de edad. ¿Dime
si no es para sentirse satisfecho? 14
de octubre, 1981 -Acabas
de realizar un segundo viaje a Venezuela. ¿Qué
puedes contarme? -
Si el del año pasado es inolvidable, este segundo ha
sido superior. Fíjate, Castellanos, que yo, que apenas
me muevo mientras canto, hasta bailé. -¿Cómo
fue eso? -
Un joven, mientras la orquesta tocaba un danzón instrumental,
fue hasta el escenario y de una manera tal me pidió que,
por favor, bailara con su abuela que estaba ahí y quería
que la complaciera. Como todos saben aquí, yo no acostumbro
a hacer eso, pero era una señora ya muy mayor, y, ante
aquella solicitud, salí a bailar. Pero el caso es que
no pudimos terminar porque vino una joven y le pidió
que la dejara bailar a ella. Después siguieron llegando
damas de todas las edades a pedirme que bailara con ellas, hasta
que el empresario intervino diciendo que no me podía
agotar para cantar con la orquesta. Fue algo inusual pero te
digo que muy hermoso. -¿Esto
fue en Caracas? -
No, en Maracay. En Barquisimeto ocurrió que en medio
del espectáculo comenzó a llover, era un lugar
al aire libre y nadie se movió, nadie se fue, es lo que
quiero decir, porque la gente sí se movió y se
puso a bailar debajo de aquella lluvia y los músicos,
naturalmente, también nos empapamos. Luego actuamos en
el Poliedro de Caracas, nos antecedieron tres orquestas y cerramos
nosotros. Fue fantástico. Como te digo, el éxito
fue superior y como siempre, el cariño de los venezolanos,
inmenso.
11
de febrero, 1985 -¿El
pasado año volviste a Caracas? -
Sí, fuimos un grupo de artistas cubanos, entre otros,
Pablo Milanés, para actuar en el Ateneo de Caracas. Fue
un lindo espectáculo y se nos recibió y trató
con ese gran cariño que sentimos los dos pueblos el uno
por el otro. -
Precisamente, quisiera que me dijeras en qué países
has estado a lo largo de tu carrera. -
En 1933 viajé con el Sexteto Matancero de Graciano Gómez
a Puerto Rico. Estuvimos cuatro meses allí y regresamos
por la insistencia mía de volver. Luego, en 1958, viajé
a la República Dominicana con la orquesta de Romeu, dirigiéndola
en esta oportunidad Armando Valdespí. Allí permanecimos
diez días. En 1959 actué en Nueva York, en un
teatro. Este viaje lo hice con cierto temor, pues iba pensado
que yo no tocaba un tambor, ni clave, ni bailaba, que sólo
cantaba sin moverme. Mi temor fue infundado. Desde los primeros
compases que acometía la orquesta, la gente conocía
cuál era el número que cantaría y arrancaban
los aplausos. En 1960 fuimos a tocar un baile en Miami. Después
los viajes a Venezuela del 80, 81 y 84, pero de esto hemos hablado
en otras oportunidades. En México actué en 1981
y ahora en el 85. -
En Cuba te hemos podido admirar y aplaudir en actuaciones, en
bailes, por la radio... -
Sí, también la televisión, el teatro, cabarets,
pues por más de un año hice con Graciano e Isaac
lo que se llamó El café de los recuerdos en el
Salón Rojo del Capri. -El
número de discos de larga duración que habías
grabado en 1979 eran doce, ahora debe haber aumentado... -
Ahora pasan de veinte. -
De acuerdo con tu ojo clínico, ¿cómo está
la salud de la música cubana en el inicio de este año
1985? -
La salud de la música cubana es tan buena que hay agrupaciones
y solistas de otros países que la mantienen en sus repertorios,
tanto la más vieja como la más nueva. Puede ser
que necesite alguna inyección de buena o mejor difusión
para que los jóvenes le tomen más cariño,
le tomen más el gusto. No estoy porque nos encerremos
en la música cubana solamente, pero sí que sea
difundida más ampliamente, la de todos los tiempos, para
que no se nos vaya olvidando. -
¿Tus preferencias musicales como intérprete siguen
siendo las mismas de hace quince o veinte años? -
He preferido siempre aquella música con la que comencé
a cantar, hace ya cincuenta y cuatro años. -
A los setenta y cinco años de edad, ¿Barbarito
tiene algún mensaje para el pueblo que tanto lo admira?
-
No es precisamente un mensaje. Quiero hacer llegar a cada uno,
que cada uno sepa lo agradecido que me siento por el cariño,
el respeto y la consideración que siempre me han dispensado.
Quiero decir a viva voz que tengo la más grande emoción
al comprobar que me siguen escuchando con agrado, y por eso
cantaré hasta que me queden fuerzas para hacerlo.
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