Por
Oswaldo Yañez
Lejos
del mito, está el hombre, el esposo, el padre, una persona
que tiene demasiadas virtudes para poder enumerarlas todas, pero
entre todas ellas hay una que ha sido poco destacada por los medios,
su inmenso amor, a su mujer, a su familia y a su patria.
El mayor de la aviación cubana, Sr. Orestes Lorenzo Pérez,
quien como ustedes saben viajó trayendo a Estados Unidos
un avión MIGS que él pilotaba en Varadero, Cuba,
pidió asilo político en Estados Unidos y le fue
concedido, pero a su familia, su esposa Victoria (Vicky) y sus
dos hijos menores, Reinel y Alejandro, el régimen comunista
de Cuba los mantuvo como rehenes y no los dejaba salir, a pesar
de las denuncias que hicieron ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH), de los gobiernos y organismos de Derechos
Humanos de América, de Europa y del mundo. Frente a esa
violación flagrante de los derechos humanos de la
familia Lorenzo Pérez, el padre, arriesgando su libertad
y su vida, realizó una portentosa hazaña que ha
tenido repercusión en el mundo entero: fue a Cuba en un
pequeño avión Cessna, aterrizó en una carretera
que conduce de La Habana a Varadero y en menos de un minuto recogió
a su esposa y sus dos hijos y regresó a Estados Unidos,
ante el asombro del mundo.
Todo eso puso en evidencia lo que es capaz de hacer un padre por
su familia, el arraigado sentimiento familiar que el comunismo
no ha podido eliminar, pero también la inhumana crueldad
del régimen comunista que ha sido impuesto al pueblo cubano
por el engaño, el terror y la fuerza.
Creo que el interés de las opiniones del Mayor Orestes
Lorenzo es más que evidente por lo que les trasmito una
parte de mis charlas con él, espero que las disfruten tanto
como yo lo hice, están divididas en tres partes para facilitar
su publicación pues se habló claro y largo.
1. ¿Que razón le ha llevado a romper su
silencio y conceder esta entrevista?
En realidad no he tenido el propósito de permanecer en
silencio. Lo que pasa es que cuando recibo la invitación
para una entrevista, de la que sospecho que el énfasis
se hará en el sensacionalismo relacionado al rescate de
mi familia, la he rechazado cortésmente. Aquello quedó
atrás. Y sinceramente, ya me aburre hablar del rescate.
Especialmente porque, como todo cubano, tengo opiniones sobre
lo que ocurre en Cuba y en el exilio. Son asuntos de actualidad
que nos afectan crucialmente a todos hoy, e impactarán
a nuestros descendientes en el futuro. Por su importancia, prefiero
expresarme y debatir esos problemas. Esta entrevista es bienvenida
precisamente por eso.
2. ¿Que añora más de Cuba?
Muchas cosas: las calles en que jugué de muchacho, los
arroyuelos y los campos en que corrí, nadé, y me
sentí más libre. La hospitalidad y la candidez de
los campesinos. El mar y La Habana con sus olores únicos.
Los paseos con Vicky por el malecón, los teatros. Pero
sobre todo añoro a la gente. El bullicio del barrio, el
ruido de los niños en la calle, la voz de la vecina llamando
por aceite o sal. La muda complicidad de vecinos para bloquear
el entrometimiento oficial, y protegerse de la absurdidad que
resulta haber convertido en delito toda iniciativa para buscarse
el sustento y sobrevivir. Añoro la compañía
de familiares y los amigos.
En contraste tendría que decir también lo que más
detesto, y que explica por qué no estoy allí: la
vigilancia constante, la doble moral, la máscara que mucha
gente se pone para opinar. Los chivatos, la ineptitud de los funcionarios,
los dirigentes serios y tiesos. La inercia, el mutismo, la sumisión,
el servilismo y la traición convertidos en virtudes. La
humillación de no poder pisar lugares para extranjeros…
¡en mi patria!
El
adoctrinamiento, la mentira oficial, el silencio y el miedo. El
partido, los CDR, la FMC, la UPC, la UJC, los sindicatos y cuanta
porquería han concebido para inhibir el libre pensamiento.
Los discursos oficiales, las estadísticas absurdas,
los logros vacíos, el triunfalismo nefasto y el falso nacionalismo.
La mediocridad en los medios, o los medios en manos de la mediocridad.
El conformismo y la resignación. ¡Los héroes!,
que no lo han sido salvo para destruir.
3. ¿Tiene esperanzas e intención de volver
a residir en su patria?
Esperanzas, sí. Para mí la intención es acción.
Y no estoy preparado para afirmar esa parte, porque no lo sé.
Si llegara el momento de considerar esa posibilidad, la decisión
dependerá del balance que exista entre el peso de la potencial
contribución que pudiera hacerle a mi país, y los
deseos de mi esposa e hijos. Lo que sí puedo asegurarte
desde ahora es que la opinión de mi familia jugará
un papel determinante. Soy de los que piensa que para hacer patria,
primero hay que hacer familia.
4. ¿Cuánto cree que durará la muerte
anunciada de Fidel Castro?
No lo sé. Hoy la tecnología puede hacer cosas increíbles.
En principio podrían mantenerlo como un vegetal por mucho
tiempo. Aunque de hecho ya estuviera muerto, quiero decir,
intelectualmente. Ariel Sharon, por ejemplo, lleva un año
en ese estado, y se sabe que no regresará al poder, pero
tampoco cuando morirá.
Sin embargo, esa comparación es válida únicamente
desde el punto de vista médico. Al ex primer ministro israelí
se le mantiene vivo por respeto o por razones humanitarias
como ocurre con muchos pacientes a los que los familiares no quieren
retirar los equipos de soporte vital. En Israel existe una democracia,
y sus ciudadanos exigen un gobierno responsable. No sólo
el estado de salud de Sharon es público, sino que un nuevo
primer ministro fue elegido rápidamente. El gobierno
continúa funcionando bajo el mandato del pueblo.
El caso de Fidel es diferente. En Cuba el estado se moldeó
y funcionó en torno a su personalidad, en lugar de la ley.
Con
la pérdida de sus facultades, el gobierno ha caído
también en una crisis que percibimos a través de
esa espiral de mentiras y silencios ridículos en que ha
caído desde que se anunció la enfermedad.
La aparente inercia de las autoridades cubanas me recuerda el
pintor al que le han retirado la escalera: con la desaparición
pública de Fidel, se han quedado “colgando de la brocha”,
y no saben ni como agarrase ni como caerse. Es en este contexto
que lo necesitan vivo, alimentando la falsa posibilidad de que
regrese a sus funciones por medio de discursos oficiales y partes
de científicos extranjeros convertidos en voceros. Eso
les da algún tiempo para consolidar el control con métodos
más burocráticos y mecánicos como reglamentos
y directivas. Los tiempos de gobernar con discursos pasaron definitivamente
para Cuba. Pero ese impas tampoco puede extenderse demasiado,
porque desnuda el pánico que envuelve a las autoridades,
resultándoles peligroso. Entonces, en algún momento,
cuando sientan que pueden controlar las cosas, tendrán
que anunciar la incapacidad irreversible de Fidel, o sencillamente
retirarle los equipos que lo mantienen vivo. Y llegado ese momento,
el caso de Fidel difiere también del de Sharon, pues su
existencia se convertiría en un estorbo para gobernar con
autoridad.
De lo que no albergo dudas, es que las últimas imágenes
en la vida de Fidel Castro fueron las vistas el 28 de octubre
pasado. Ni regreso al poder, ni momificación siquiera.
Tal es el impacto del mal que lo consume y que quedó revelado
precisamente en esas imágenes de octubre.
5. ¿Tiene alguna duda de que la revolución
se perpetuará mediante una dictadura militar, encabezada
por Raúl Castro, disfrazada como un gobierno del PCC?
La perpetuación del gobierno y la constitución presentes
son imposibles porque representan un retroceso en el desarrollo
natural de la civilización.
En cuando a la posibilidad de una dictadura militar, tampoco.
Al menos no del estilo de las dictaduras militares que abundaron
antes en América Latina. A diferencia de esos países,
las Fuerzas Armadas cubanas no han sido un órgano represivo
contra la población. No han encarcelado, enjuiciado o torturado.
Esa criminal tarea la cumplen las fuerzas del MININT, que son
muy diferentes. Hasta el momento en el que yo abandoné
Cuba existía entre la oficialidad más joven del
ejército una convicción profunda de ser parte del
pueblo. Aunque la autoridad está en manos de generales
esencialmente corruptos, los ejecutores son los mandos medios
de las FAR. Estos hombres ven su misión como la de proteger
al país de una posible agresión, y creo que jamás
apuntarían las armas contra el pueblo.
Eso lo sabe Raúl, como sabe que el día que dé
semejante orden terminará corriendo el destino de Ceausescu.
No olvidemos que, al margen de quién dé las órdenes,
será el soldado en última instancia el que tendrá
que oprimir el gatillo. ¿Y quienes son los soldados cubanos
sino los jóvenes más avasallados, humillados y privados
de libertades por el gobierno?
Sin embargo, en términos de tiranía, Raúl
Castro sólo necesita continuar el presente estado de terror
con los medios del MININT y el apoyo de la única rama de
las FAR que se prestaría a la tarea: la CIM.
Yo pienso que esta pregunta se la estará haciendo a sí
mismo Raúl Castro. Porque en sus manos radican las opciones,
y sus decisiones tendrán un impacto definitivo en el futuro
de Cuba. Pero más importante aún para él,
en su propia vida, que podría perderla si mantiene el status
quo.
6. ¿Cree que hay alguna posibilidad de que una
facción del ejercito se postule a favor a una transición
democrática?
Absolutamente. Conozco el pensamiento de oficiales jóvenes
y sus deseos de lograr la democracia en Cuba. El asunto está
en si tendrán la posibilidad de plantearlo, si se abrirán
los espacios para eso dentro del ejército, o permanecerán
cerrados como hasta ahora. Pienso que para que eso ocurra, el
gobierno primero tendría que dar pasos paulatinos, pero
concretos, encaminados al respeto de los derechos humanos y la
diversidad de pensamiento. ¿Se atrevería Raúl
Castro a ello? Nadie lo sabe. Su gran batalla comenzará
después de los funerales de Fidel. Posiblemente ya esté
debatiendo en su cabeza la disyuntiva de continuar con el inmovilismo
y arriesgarse a un estallido popular, o hacer cambios paulatinos
que darían sosiego a los cubanos y tranquilidad a su gobierno.
El problema más serio que confrontará Raúl,
si se decidiera por los cambios, será el legado ideológico
de su hermano. Encontrar cómo explicar a los elementos
más extremos esos cambios que obviamente irían en
contra de lo que hubiera querido Fidel, y al mismo tiempo asegurar
la lealtad de los ministros y generales adoctrinados y embobecidos
por Fidel.
No sabemos cuán hábil será Raúl en
ese hipotético ejercicio. Pero lo paradójico, y
a la vez lo más inteligente para él, sería
utilizar al mismo Fidel Castro como ideólogo del cambio,
regresando a los orígenes traicionados de la Revolución,
y a los postulados que les valió el apoyo absoluto del
pueblo en el 58. Bastaría con cumplir las ideas que Fidel
defendió durante el juicio por el asalto al Moncada, para
poner a Cuba en el camino a la democracia. Serían pasos
inteligentes que cambiarían el país y su lugar personal
en la historia. Pero no doy crédito a esta posibilidad.
Sospecho que el temor a las consecuencias que para él y
su familia podrían traer un cambio, superan su sentido
de responsabilidad y su amor por la nación.
7. ¿Cree usted que Raúl Castro acierta en
apoyarse en los comandantes de la revolución, especialmente
en Ramiro Valdés, o considera que son capaces de traicionarle?
Creo que él sabe perfectamente que Ramiro Valdés,
Guillermo García, Juan Almeida, Machado Ventura y otros
no son más que símbolos. La realidad es que ninguno
de ellos tiene poder alguno, y no tienen otra opción que
someterse a Raúl como se sometieron a Fidel. Opinarán
más, eso sí, tendrán más espacio con
Raúl para discutir. Pero no para tomar acciones contrarias.
La posibilidad de que lo traicionen no existe en la práctica,
aunque estuvieran dispuestos, porque sencillamente ninguno tiene
con qué enfrentarse a Raúl.
Posiblemente, con el tiempo y poco a poco, Raúl los pasará
a retiro porque se convertirán en un estorbo para él.
Con libertades o sin libertades, Raúl necesitará
proyectar una imagen de gobernante eficiente y práctico
para sobrevivir. Y toda esa gente es inepta, y tan útil
a sus necesidades para gobernar como lo serían los museos.
Tendrá que cambiarlos inexorablemente por cuadros más
jóvenes y más tecnócratas.
En el caso específico de Ramiro Valdés, cuya eficiencia
en reprimir es incuestionable, Raúl tendrá que reemplazarlo
también por alguien de su cría. No creo que cometa
la torpeza de darle a Ramiro, un hombre que no es de su total
confianza, el poder que ahora no tiene, regresándolo al
MININT.
8.
¿Sería posible que una comisión de la nomenclatura
del partido o algunos de los militares lideraran una transición
democrática sin el apoyo del resto del ejercito?
Tu pregunta plantea dos hipótesis. Comenzaré por
la del apoyo del ejército:
De hecho, desde hace ya muchos años el gobierno no goza
del apoyo de la mayoría del ejército, que son los
mandos de base, y posiblemente del 90% de los soldados porque
son obligados a servir en contra de su voluntad, generalmente
en condiciones miserables. ¿Cuántos jóvenes
estarían dispuestos a ingresar a las Fuerzas Armadas si
no fueran obligados por la ley? Cualquier encuesta entre los hombres
cubanos nos revelaría que la mayoría recuerda sus
años de Servicio Militar Obligatorio como los más
odiados de sus vidas.
Las estadísticas nunca se revelarán, pero el índice
de suicidio entre los soldados cubanos fue siempre muy alto por
esas razones. El soldado cubano se diferencia mucho del soldado
en los ejércitos regulares de otros países. Mientras
que en un ejército convencional el armamento personal del
soldado está siempre con él como parte del entrenamiento
que pretende convertirlo en un apéndice de su cuerpo, el
soldado cubano sólo toca un fusil cuando está de
guardia o cuando realiza una de las poquísimas prácticas
de tiro que se organizan. En consecuencia, el 98% del armamento
permanece almacenado todo el tiempo bajo estricto control. Ese
armamento es contado de 3 a 6 veces al día durante cada
relevo de la guardia que lo custodia, y cuando falta una simple
pistola, toda la unidad militar queda encerrada hasta que aparezca.
En contraste, las fuerzas del MININT y la CIM están armadas
todo el tiempo, con sus pistolas a la cintura y sus fuciles al
hombro, listas para disparar. Pero rara vez se ve a un oficial
o a un soldado de las FAR armado. Esta simple diferencia que pasa
desapercibida para muchos demuestra la naturaleza del enemigo
al que teme el gobierno.
Las armas de las FAR y de las Milicias de Tropas Territoriales
que existen para defender al país de la omnipresente invasión
norteamericana permanecen almacenadas en polvorines. Pero la policía,
la Seguridad del Estado y la CIM las tienen consigo todo el tiempo,
listas para usar. Entonces, ¿a quién teme el gobierno?
¿A los Estados Unidos, o al pueblo? ¿Contra quien
han tenido Fidel y Raúl las armas siempre listas? Es un
detalle que el pueblo podría observar con más atención,
porque desmiente por sí mismo el mito de la amenaza externa,
y desnuda el temor del régimen hacia el pueblo que oprime.
En Suiza, por ejemplo, cada ciudadano es considerado un soldado
para defender a su país de cualquier agresión. Pero
cada ciudadano suizo tiene en su casa el armamento de combate,
listo para utilizarlo ante cualquier ataque sorpresivo. En cambio
Cuba, a pesar de lo que repita el Granma, nunca ha estado lista
para defenderse de una invasión sorpresiva de los Estados
Unidos. Pero eso al gobierno no le importa porque sabe que Cuba
no está amenazada desde el exterior. Lo que preocupa al
gobierno cubano, a quien teme la dictadura, es al pueblo. Y por
eso, contra el pueblo, es que sólo las fuerzas represivas
del MININT y la CIM están realmente armadas.
Por otra parte, la realidad es que los hombres de las FAR son
los únicos que pueden poner fin al abuso del MININT. Son
las armas de las FAR, en manos de sus hombres, las únicas
con capacidad para acabar con toda la inmundicia que representan
la Seguridad del Estado, la policía represiva y la CIM.
A pesar de lo que se diga en los discursos oficiales, y el lugar
que Fidel y Raúl pretendan darle a las FAR en la Revolución.
El verdadero soporte de su gobierno ha sido siempre el MININT
con su Seguridad del Estado. A nada temen ellos más que
al ejército armado. Por eso bien se ocupa la CIM, cuando
hay un desfile militar en la Plaza, de revisar y asegurarse, una
mil veces, de que no halla tan siquiera una bala disponible en
ninguno de los fusiles, aviones y otros armamentos que desfilarán.
Las únicas armas que puede haber en la Plaza con capacidad
de disparar
son las de la Seguridad y las de la CIM. Díganme entonces
en quien confía la tiranía, y a quien teme.
Sin embargo, la oposición que existente en el ejército,
como en el caso del pueblo, se trata tan sólo de un estado
de ánimo que no ha podido traducirse en acción.
Primero, por la razón de que las armas que no están
al alcance de la mano, y segundo, por la constante vigilancia
de la Contra Inteligencia Militar. ¿Qué oficial
se arriesgaría a decir abiertamente lo que piensa, o a
intentar organizar una oposición, cuando por reglamento
la más mínima crítica a Fidel o a Raúl
se paga con cárcel? A mi parecer es algo que en las condiciones
presentes sólo puede ocurrir de manera espontánea
y masiva.
Pero regresando a tu pregunta, supongo que estaríamos hablando
de una oposición organizada por una porción considerable
de militares contra las iniciativas aperturistas del gobierno.
En ese caso te diría que no. Porque implicaría la
aceptación de diferencias y divisiones dentro del ejército
que son universalmente inadmisibles en de las instituciones armadas.
De lo contrario estaríamos en los umbrales de un conflicto
con el potencial de convertirse en guerra civil. La única
oposición a iniciativas de cambios sería la del
generalato corrupto, pero no encontraría seguidores entre
los oficiales intermedios ni los soldados, por las razones que
ya te decía. Entonces esos generales quedarían neutralizados
y retirados.
Ahora, en cuanto a la otra hipótesis que plantea tu pregunta,
la de una comisión del partido o de militares que liderara
una transición, me resulta difícil de imaginarla
sin Raúl Castro a la cabeza. Y pienso así porque
la estructura de poder en Cuba está concebida de manera
que él lo heredará en su totalidad. Y cualesquiera
que sean sus intenciones, Raúl no va a repartir ese poder,
aunque decidiera incluso iniciar una transición. Las insinuaciones
que hizo recientemente sobre un gobierno colegiado son sólo
palabras adecuadas para el momento adecuado. Creo que una vez
enterrado Fidel, Raúl ejercerá el poder, por la
opción que determine, sin tolerar oposición alguna
desde adentro. Para él será una necesidad. En definitivas,
tendrá todos los mecanismos de poder en sus manos y, ¿para
qué correr el riesgo de entregar a sus súbditos
las herramientas para que se le opongan, practiquen la división
y compitan por el poder? Por el contrario, sabe que una vez soltado
los diablos no podrá regresarlos a la jaula, y que si la
discordia estalla en la cúpula, entonces perdería
el control sobre el orden de la transición, y en consecuencia,
perdería también el control sobre su seguridad personal
y la de su familia.
Entonces, según tu pregunta, tendríamos el escenario
de un Raúl Castro que, desde una postura autoritaria y
con poder absoluto, decide deshacerse paulatinamente de los hombres
que estorban a su alrededor, e iniciar una transición que
él iría profundizando en la medida que va ganando
el apoyo genuino del pueblo, y con ello, la seguridad para sí
mismo. Es una alternativa que el pueblo de Cuba apoyaría
mayoritariamente porque evita el caos.
Este es asunto que muchos líderes del exilio no comprenden,
posiblemente por los años que llevan fuera de Cuba, y han
perdido la noción del estado de cosas allí. La mayoría
de los cubanos, incluyendo al exilio, quisiéramos una transición
justa y democrática. Eso nos une, coincidiendo en los deseos
de hacer justicia, que implica enjuiciar a los líderes
presentes por sus crímenes. Pero esa justicia es sólo
posible en caso de un levantamiento popular. ¿Y después,
qué?
Hay un sector muy fuerte entre los líderes del exilio que
exige elecciones libres en seis meses. Y cuando escucho eso, lo
primero que me pregunto es: ¿Y quién va a contar
los votos? Porque Cuba está sumida en un estado de destrucción
y desgobierno tal que no puedo imaginar cómo podrían
organizarse unas elecciones justas y transparente en tan poco
tiempo. Porque para unas elecciones se necesitan orden y ley.
Y en Cuba, como sabemos, las instituciones no tienen fundamento
legal, sino que funcionan sobre un legajo absurdo de mandatos
ideológicos impuestos por el partido único. Entonces,
primero habría que cambiar las leyes, o al menos declarar
inválida la presente constitución para que la de
1940 entre en vigor. Y luego hacer que las instituciones se rijan
por la ley, y que los funcionarios aprendan los mecanismos legales
en que debe funcionar el país. Eso no se logra en unos
meses.
Pero habría retos aún más inmediatos que
enfrentar una vez pasada la euforia por el gobierno depuesto y
la justicia impartida. En La Habana, por ejemplo, la mayoría
de los policías fueron importados desde Oriente porque
el gobierno sabía que los locales se prestarían
menos para el sucio trabajo de reprimir. ¿Qué pasaría
con esos policías? No es difícil imaginar que abandonarían
la ciudad inmediatamente, si es que quieren sus pellejos. ¿Y
el orden público? ¿Qué ocurría con
los cientos de miles de fusiles celosamente controlados en polvorines
por todo el país hasta ese momento? Quedarán a merced
del momento, y el pueblo se armará. Pero también
se armarán los criminales que viven entre el pueblo. Y
no es difícil imaginar las consecuencias que traerían
todas esas armas en la calle, en medio del vacío dejado
por las instituciones del orden desaparecidas.
Si pensamos con detenimiento en estas cosas, entonces nos damos
cuenta que la transición que necesitamos debe ser ordenada,
con tiempo para restablecer el reino de la ley, que nos traiga
unas elecciones verdaderamente libres y transparentes. Donde los
candidatos tengan las mismas oportunidades de dar a conocer sus
programas, y los mecanismos que impiden el fraude estén
firmes a infalibles.
Así que, regresando a tu pregunta, una transición
liderada por una comisión del partido o por militares,
si estuviera verdaderamente encaminada a la democracia, sería
positiva. En cuanto a la posibilidad, existe, pero sólo
Raúl Castro tiene la opción de llevarla a cabo.
Y, aunque no quiero cerrar las puertas a ese hombre, dudo muchísimo
que él tenga el coraje y el amor por Cuba como para iniciarla.
Por el contrario, me temo que sólo dará pequeñas
libertades económicas para apaciguar al pueblo. Y si llegara
a la estupidez de mantener las cosas como están, bueno…
Este verano que se avecina los expertos lo prevén como
el más caliente de la historia. También será
el de mayor presión en la caldera social cubana. Y pudiera
reventar.
9. ¿Está la nomenclatura militar tan ocupada
en sus negocios que es incapaz de ver la realidad de los cubanos
de a pie o acaso no les importa el pueblo en absoluto, hay algún
negocio de el ejercito en particular que es desconocido y que
le gustaría desvelar?
Claro que ven y dan la espalda a la realidad de los cubanos de
a pie. Son corruptos y no les importa. Pero esa es la nomenclatura.
No los confundamos con los hombres sencillos que sirven honorablemente,
desinformados y acosados por el mito de la amenaza extrajera,
en las unidades militares que están regadas por el país.
Lo que conozco de los negocios que realizan los generales de las
FAR, lo he conocido aquí. Pero nada me sorprendería.
El robo al pueblo es rampante.
10.
¿Qué siente cuando los elementos de propaganda del
régimen insisten en destacar los presuntos logros revolucionarios?
Ultraje. Son un insulto a la inteligencia. En Estados Unidos y
en América Latina he encontrado mucha gente que defiende
la salud gratis como un logro indiscutible de la revolución.
Entonces les respondo que es preferible pagar la atención
médica con dinero que con derechos. Y aunque el sistema
de salud cubano actual es un desastre, pienso que si fuera el
mejor del mundo, tampoco lo querría, porque no se diferenciaría
en nada de la atención veterinaria de primera calidad que
reciben los animales del zoológico. Éstos no pagan
con dinero, pero sí con su libertad. Yo prefiero la selva,
con sus parásitos y sin médicos.
11. ¿Cree que queda algún mito revolucionario
por desmentir al mundo o considera que ya la comunidad internacional
conoce la situación interior real cubana?
Quedan por desmentir todos. La propaganda del régimen ha
sido extremadamente efectiva. Y los cubanos que estamos en el
exterior hemos fracasado en combatir esa propaganda con inteligencia.
12. ¿Cree que el pueblo cubano reaccionará
de alguna manera tras enterrar a Fidel Castro?
Habrá alegría, claro, pero silenciosa. También
expectativa y esperanza en que las cosas mejoren. Sin embargo,
Raúl cometería un error si interpretara eso como
una señal de que las cosas pueden seguir igual que antes.
Los cubanos necesitan respiros y él tendrá que darlos
de alguna manera, y alimentar alguna esperanza. La paciencia del
pueblo se está agotando.
13. ¿Considera que ha habido algún cambio
en la represión interna o prevé alguno posible?
No, y tampoco lo preveo a corto plazo. Raúl no podrá
dar pasos en ese sentido, incluso si lo quisiera, mientras Fidel
esté vivo. Primero tendrá que enterrar al hermano,
después quitar a alguna gente que le estorban, y entonces
aflojar la represión. Si es que ese fuera su propósito.
Pero no lo sabemos.
14. ¿Cree que la disidencia en el insilio debería
elaborar un documento de común acuerdo para que lo rubricaran
todos los grupos, pidiendo nada mas que la liberación de
los presos políticos y la celebración de unas elecciones
libres, plurales y con sufragio universal?
Me es difícil opinar desde la seguridad que me rodea aquí
sobre lo que la disidencia debería hacer allí. Me
abstengo de ello, y detesto las críticas que se hacen a
algunos disidentes desde aquí. El primer apoyo que el exilio
debería dar a la disidencia es abstenerse de criticarla.
Aunque sabemos que la disidencia está penetrada por la
Seguridad del Estado, aunque sospechamos de algunos de sus miembros,
pienso que es preferible evitar las críticas desde aquí.
No es una cuestión de silenciar opiniones, sino de tener
una estrategia efectiva de lucha. Porque actuamos como el grupo
de pescadores cuyas vidas dependen del único pez que hay
en río, y entonces nos pasamos el tiempo discutiendo cómo
cocinar el pescado en lugar de organizarnos primero para poner
la red a lo largo del río, capturar el pez y entonces discutir
cómo cocinarlo. Para nosotros es pez es derrotar al gobierno
u obligarlo a iniciar una apertura. Es el primer paso, en lo que
todos estamos de acuerdo, y en lo que deberíamos enfocar
el cien por ciento del esfuerzo. Las diferencias políticas,
el cómo cocinar es pescado, es cosa a discutir después
de manera abierta en el camino a las elecciones. Le tocará
al pueblo escoger la receta que más le convenga.
15. ¿Deberían elegir a un primus inter pares
y un color que lo representara para que defendiera ese acuerdo
en los foros internacionales para que se comprobara en el exterior
el nivel de pluralidad que acepta el régimen?
Eso sería bueno desde el punto de vista de darle un rostro
a la disidencia, y cierta protección dentro de la indefensión
en que viven. Pero será insuficiente para obligar al gobierno
a negociar. Para eso hace falta la fuerza, y para la fuerza: la
unidad. Pero corresponde a los disidentes elaborar la estrategia
adecuada.
16. ¿Cree usted que la disidencia en el exilio
debería apoyar este documento de forma unánime y
adoptar el color elegido como símbolo de su representación?
Sí. Se trata del agarrar al pez primero, ¿no?
17. ¿Considera que en el exilio se están
preparando para dar los pasos adecuados para fomentar que los
cubanos residentes en la isla pidan una transición a la
democracia?
Habría que saber primero qué son los pasos adecuados.
Pero creo que la mayoría del exilio apoyará cualquier
iniciativa encaminada a la transición de los que están
en la isla.
18. ¿Qué daño podría hacerle
al gobierno cubano y a los militares en especial una campaña
que promocionara el turismo hacia la isla solo cuando existiera
una democracia real en Cuba?
Ninguno. Aún no hemos sido capaces de convencer a muchísimos
ciudadanos de América Latina y Europa Occidental sobre
la naturaleza criminal del régimen. Y dudo de nuestra capacidad
para organizar una campaña de esa magnitud que sea efectiva.
19. ¿Cree posible que si la disidencia le planteara
esta disyuntiva a Raúl Castro transigiría con un
proceso de transición de algún tipo?
No. Para plantearle algo de esa naturaleza al gobierno hay que
estar respaldado por la fuerza que representa el apoyo abierto
de una gran parte de la población. Y el gobierno ha sido
eficiente en impedir que el mensaje de la disidencia llegue con
regularidad a la población. Habrá mucho trabajo
que hacer primero. El gobierno no escuchará, a menos que
esté obligado a ello por la presión popular.
20. ¿Cree que los cubanos residentes de la isla
quieren cambios hacia la libertad y la democracia o se conformarían
con que les mejoraran sus condiciones de vida?
Creo que una mayoría aplastante quiere cambios hacia la
democracia. Pero también quieren tranquilidad. Mejorar
las condiciones de vida no los conformará, pero les dará
un poco más de paciencia en esa espera para evitar la violencia.
21. ¿Estaría dispuesto a asumir algún
papel activo en un futuro proceso de transición a la democracia?
Depende del proceso en sí, de mi familia y de lo efectivo
que en realidad pudiera ser.
22. ¿Qué mensaje les enviaría a los
militares cubanos?
Sean siempre leales a su misión, que es defender al pueblo
de todo agresor, incluso del gobierno.
23. ¿Qué le diría al pueblo cubano
si pudiera leer sus respuestas?
Que practicáramos la decencia cotidianamente con todos.
Es el camino más corto a la libertad.
24. ¿Cree que está entrevista será
censurada en Cuba y se bloquearán las paginas en las que
se publique?
Seguramente, como censuran todo lo que informe al pueblo. Aunque
no sé de sus capacidades actuales para bloquear las páginas
del Internet. Pero el Internet es como un dique que se ha roto:
ponen un tapón aquí, y les sale por allá.
25. ¿Cree que la opinión pública
es consciente de hasta donde es capaz de llegar el régimen
para mantener su imagen y en particular, que opinión le
merece la utilización de Elián y de sus hijos?
No. Especialmente dentro de Cuba porque la opinión pública
está a merced de la manipulación absoluta de la
información que practica el gobierno. Te pongo un ejemplo
sutil: en 1991 cuatro policías de Los Ángeles fueron
filmados por un aficionado cuando golpeaban brutalmente a un hombre
de la raza negra llamado Rodney King. Las imágenes se transmitieron
muchísimas veces por las televisoras norteamericanas. En
Estados Unidos reinó la indignación, y los cuatro
policías fueron enjuiciados. Rodney King, quien tenía
una larga historia delictiva, recibió una compensación
millonaria porque sus derechos civiles habían sido violados.
La televisión cubana sólo transmitió las
imágenes de la golpiza, y omitió luego el desempeño
de la justicia. Entonces, ¿se le puede culpar a la gente
en Cuba que tiene una visión equivocada de los Estados
Unidos?
Ellos son maestros en manipular la información para someter
a las masas. A veces los subestimamos, o no los comprendemos,
y cometemos errores que les facilitan el trabajo. El caso de Elián
Gonzáles en un vívido ejemplo de esto. Fidel vio
en la situación creada alrededor del niño una oportunidad
única de redimir su reputación como divisor de familias
y poner al exilio en ridículo ante la opinión pública.
La aprovechó en toda su dimensión. Montó
una campaña de publicidad extraordinaria alrededor del
caso, gastó millones en abogados, aviones fletados y periodistas
invitados a cubrir los eventos en Cuba. Para él esos millones
eran un precio insignificante a pagar por el beneficio político
que obtendría. Entonces movilizó al pueblo y organizó
las numerosas manifestaciones a lo largo de la isla que allí
recordarán bien.
En la prensa de los Estados Unidos, que generalmente se ocupa
muy poco de Cuba, no hacía más que hablarse del
niño Elián y de las demostraciones masivas en La
Habana. Puedo asegurarte que en esos días se debatió
más el caso de este niño cubano en los medios norteamericanos,
que todo lo que se había discutido o escrito sobre Cuba
desde la Crisis de Octubre hasta ese momento. Y todo eso en un
contexto positivo para el gobierno cubano. Fidel envió
al padre de Elián con el resto de la familia a Washington,
vinieron las abuelas… Todos ellos, claro, estrictamente controlados
por los oficiales de la Inteligencia cubana que los acompañaban,
inhabilitados para hablar por sí mismos. ¿Y qué
veía el pueblo de los Estados Unidos? Veía a un
padre reclamando el legítimo derecho de potestad sobre
su hijo. Veía al pueblo en Cuba exigiendo, frente a la
Sección de Intereses, la reunificación de esa familia.
Y veía a unos parientes y a unos líderes del exilio
empeñados en retener al niño con ellos. Eso es todo
lo que vía la mayoría del pueblo norteamericano.
Entonces, ¿de qué lado iba a estar la opinión
pública que dicta la política de este país?
Para los ciudadanos libres no hay nada más importante que
los hijos, y los norteamericanos vieron en Elián a sus
propios hijos, y a sí mismos en Juan Miguel. La mayoría,
desde luego, estuvo por el retorno inmediato del niño a
su padre.
Yo creo que los líderes del exilio perdieron esa perspectiva
de las cosas y se dejaron arrastrar al juego político trazado
por Fidel. Cayeron en la trampa que se tendió desde La
Habana, y cometieron el error de convertir la batalla por Elián
en una batalla política. Los líderes de la Fundación
Cubano-Americana pusieron sus recursos y sus abogados al servicio
de los parientes de Elián en Miami. Lo que estuvo bien.
Pero se pusieron ellos también en la prensa y se convirtieron
en protagonistas. Lo que estuvo mal. De esa manera mientras más
presión hacía Fidel desde La Habana, más
presión hacíamos nosotros desde la tribuna de las
organizaciones políticas, acentuando el conflicto y aumentando
la publicidad que trabajaba en beneficio del gobierno cubano.
El pueblo vio por televisión a las organizaciones políticas
del exilio haciendo de contraparte al gobierno cubano, hablando
en nombre de la familia, vio el cortejo de automóviles
con esos líderes yendo a entrevistarse con una amiga de
la Fiscal General. Se convirtieron, de hecho, en el rostro que
aparecía en la batalla del lado de acá, y por eso
de perdió. Porque el pueblo norteamericano lo interpretó
como una batalla política entre el exilio y Fidel. Y en
ese caso, el pueblo prefirió ponerse al lado del padre,
al que veía en el medio. Y todo eso ocurría cuando
había otros niños y familias enteras en Cuba impedidos
de viajar por el gobierno cubano para reunificarse con sus seres
queridos. ¡Y no se hablaba una palabra en la prensa de EEUU
al respecto!
Todos sabíamos que el padre de Elián y las abuelas
eran rehenes virtuales del gobierno cubano, y que no estaban hablando
por sí mismos. Fidel, en cambio, estaba obligado a impedir
el contacto entre la familia venida de Cuba y la familia de Miami.
Por eso su máquina de propaganda inventó los supuestos
peligros de Miami para justificar que los familiares venidos de
Cuba no se reunieran con los de aquí a solas porque sabía
que corría el riesgo de que todos ellos, una vez separados
de los agentes que los controlaban, pudieran optar por la libertad
y quedarse.
Fidel predijo la reacción de los líderes del exilio
que habían tomado control de las cosas aquí. Ya
sea por desconocimiento o por protagonismo, el caso es que cayeron
en su trampa y comenzaron a actuar como contraparte del gobierno
cubano. Así que si Cuba había dicho que no permitiría
la reunión de los familiares en Miami porque era peligroso
allí. Entonces los líderes de la Fundación
respondieron que no se reunirían fuera de Miami porque
podrían intentar el secuestro de Elián. ¡Qué
torpeza! Nada menos que en los Estados Unidos, donde para los
efectos de la ley daba lo mismo estar en Miami, que en Nueva York,
u otro estado como Colorado o Arizona. De esa manera se confundieron
las prioridades, y en lugar de hacer todo lo posible por facilitar
esa reunión a solas entre familiares, en cualquier parte
de los Estados Unidos bajo protección federal, tomaron
el curso de responder a las acciones del gobierno cubano con acciones
opuestas. Pero que en efecto contribuían a lo que Fidel
quería: impedir que las dos familias se reunieran a solas.
El resultado fue que Fidel logró cercenar los lazos de
una familia cubana más, y en la operación, logró
aglutinar al pueblo y que no se hablara de otra en cosa en Cuba
que de Elián González, que se olvidara la represión
contra la disidencia y los problemas que acosan a los cubanos.
Hay batallas que no se ganan con dinero, sino con astucia y transparencia.
Y la de Elián se perdió por eso. Porque las acciones
de los líderes de la Fundación estuvieron marcadas
por el protagonismo, y no ayudaron a ganar la opinión pública
del pueblo norteamericano, que fue la que en definitivas determinó
el curso de los acontecimientos. Las consecuencias las pagó
la familia González, y especialmente el niño, que
perdió el derecho definitivo sobre su persona. Y el padre,
que cedió al gobierno cómo educar a su hijo. Convertidos
ambos en instrumentos de propaganda política. Sólo
Juan Miguel sabe si actuó como padre, o como marioneta
de Fidel. La duda nos quedará para siempre.
En el plano personal me opuse al retorno de Elián a Cuba
en aquellas condiciones, y el New York Times tuvo la gentiliza
de publicar una carta mía en la que explicaba por qué
pensaba de esa manera. Pero puedo asegurarte que si Juan Miguel
hubiera mostrado su amor de padre, mandando al diablo a los funcionarios
cubanos y a todos los que estaban en su camino, y hubiera arrancado
para Miami él mismo a reclamar a su hijo, entonces me habría
tenido a mí y a una gran parte del exilio apoyándolo.
Es más, pienso que de haber hecho eso, nunca habría
prosperado el pleito, y que los parientes del niño habrían
cedido a su petición, porque la habrían reconocido
como genuina. El problema surge por la seguridad que teníamos
todos de que no era el padre, sino Fidel, quien hablaba por la
boca de Juan Miguel.
El juicio final lo hará Elián cuando alcance la
madurez y analice el curso de su vida. Si determina que perdió
algo tan preciado como la libertad cuando la tuvo tan cerca, la
responsabilidad caerá por entero en Juan Miguel González.
Un padre no puede tener peor castigo que ese en la vida.
26. ¿Considera que los exiliados cubanos han aprendido
de errores pasados y están tomando conciencia de que la
democracia solo se alcanzará en Cuba por medios pacíficos
y cuando la unidad de los grupos disidentes sea un hecho comprobado
por el régimen?
Indudablemente el exilio ha madurado mucho con los años.
Pero aún lo consumen las divisiones, debilitando el tremendo
potencial que tenemos para hacernos sentir como una fuerza a respetar
mundialmente. Según el Departamento del Censo de los Estados
Unidos, el grupo de inmigrantes más exitoso en la historia
de este país es el nuestro, superando incluso a la mayoría
de origen anglosajón. El 37% de los cubanos de segunda
generación, por ejemplo, tienen ingresos superiores a cincuenta
mil dólares anuales, comparado con el 18% de la mayoría
anglosajona. Eso demuestra la extraordinaria ética de trabajo
y el coraje para emprender sueños que tiene nuestro exilio.
Sin embargo, no hemos tenido éxito en proyectarnos al mundo
como lo que realmente somos. Nuestra falta de influencia global
en la batalla por la libertad de Cuba ha sido un fracaso colosal
que no podemos ignorar, si queremos enmendar las cosas.
La propaganda de mentiras del gobierno cubano ha germinado mejor
por el mundo que los testimonios reales sobre sus crímenes.
Y la responsabilidad de contar al mundo esa verdad recae por entero
en el exilio. Conformarnos con los éxitos obtenidos aquí,
con la influencia alcanzada en la política interna de este
país, darnos palmadas en el hombro por lo que se ha logrado,
no ayudará a cambiar las cosas. Tampoco lo hará
decirnos que los recursos que invierte el régimen en propaganda
son muy superiores a nuestros recursos. Hay muchísimas
cosas que debíamos hacer y que no se hacen. La realidad
es que hemos fallado miserablemente en lograr que los pueblos
se conviertan en nuestros aliados, pues aún una gran parte
de esta humanidad apoya y defiende al gobierno cubano.
Recientemente leí que el alcalde de Londres se proponía
gastar algunos millones de libras en celebrar oficialmente el
casi medio siglo de “justicia social en Cuba”. Si los londinenses
fueran nuestros amigos, bien tenía que cuidarse el alcalde
de hacer semejante propuesta. ¡Entonces, dígame usted
si no hemos fracasado! Cada joven que camina por las calles de
Europa y América Latina vistiendo una camiseta con la figura
del Ché es un logro de la propaganda castrista, y un recordatorio
de nuestro fiasco. No reconocerlo es una torpeza que nos mantendría
en el inmovilismo.
¿Y por qué ha ocurrido eso? En mi opinión
por tres razones fundamentales:
Primera: porque estamos divididos, y sumidos en riñas políticas
que son menos urgentes que lograr la derrota de la tiranía.
Aquí precisamente, nos comportamos como los pescadores
que se la pasan discutiendo cómo cocinar el pescado en
lugar de reunir los esfuerzos para capturarlo, y después
discutir como cocinarlo. Desgraciadamente una parte determinante
del liderazgo se ha empeñado en marcar sus diferencias
ideológicas con otros, en lugar de trazar puentes y buscar
los puntos que indudablemente tenemos todos en común, y
trabajar en ellos con tesón y tolerancia. Te pondré
un ejemplo de lo que quiero decir: en diciembre de 1994 tuvo lugar
la Cumbre de las Américas en Miami, la capital del exilio.
Nunca habíamos tenido una oportunidad mejor para contar
a los mandatarios de este continente la verdad sobre nosotros,
demostrarles nuestra organización, nuestro poder y lo que
realmente somos. Era una oportunidad única de atraer el
respeto y la atención que necesitábamos para ser
escuchados en un mensaje claro sobre la situación en Cuba.
Como yo no era miembro de grupo político alguno, y mantenía
relaciones cordiales con todos, pensé que sería
una buena idea vestirme de intermediario y conversar con los líderes
del exilio a ver si lograba que todos se sentaran en una mesa
a discutir un solo propósito: organizar una marcha silenciosa
del exilio, sin carteles de organizaciones, sin protagonismos
personales, sin discursos. Tan sólo con banderas cubanas
y fotografías de los presos políticos y otras víctimas
de la dictadura. El efecto de cientos de miles de cubanos marchando
disciplinadamente con un mensaje simple y claro habría
sido trascendental. Recuerdo que Jorge Mas Canosa, Carlos Alberto
Montaner, Armando Pérez Roura y otros líderes tuvieron
la gentileza de recibirme. Todos me escucharon. Pero al final,
ninguno levantó el teléfono para conversar con el
otro. Luego las diferentes organizaciones realizaron sus propias
demostraciones, hondearon sus propias banderas y los líderes
pronunciaron sus discursos. Pero la fuerza que pudo demostrarse
en una acción mancomunada del exilio quedó diluida
y no tuvo el impacto deseado.
Yo sé que este es un tema delicado. Y tal vez mis palabras
hieran la sensibilidad de algunos. Pero tarde o temprano habrá
que enfrentarlo con honestidad, y los líderes del exilio
tendrán que acopiar el valor necesario para saltar las
diferencias y buscar el consenso en lo que nos une, postergando
el debate sobre lo que nos divide, si es que queremos convertirnos
en la fuerza formidable que tenemos el potencial de ser.
Segunda: porque carecemos de una estrategia de lucha coherente
y abarcadora. Lo mismo apoyamos la lucha pacífica que las
actividades de corte terrorista de algunos grupos armados. En
estos últimos merece detenernos:
Debo decirte ante todo que creo en la lucha armada como un recurso
legítimo que tenemos los cubanos para alcanzar la libertad.
Y creo en la vigencia de las palabras de Maceo cuando dijo que
la Libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del
machete. Pero una cosa es la lucha armada, y otra cosa son la
propaganda grosera y el terrorismo que nos merecen el irrespeto
de aquellos que necesitamos de aliados. Y es importante marcar
bien esta diferencia por el daño que a nuestra causa han
hecho, en mi opinión, algunos grupos armados del exilio.
Mucha gente calla o teme pronunciarse al respecto. Pero la realidad
es que el silencio no es nuestro amigo en esta batalla, ni tampoco
la percepción equivocada que existe en el mundo, en gran
medida alimentada por la propaganda cubana y sazonada por estos
grupos, de que somos una comunidad tan llena de rencor que no
nos importan las víctimas que puedan resultar de nuestros
métodos. Ayer mismo, por ejemplo, El Nuevo Herald anunció
que grupos de exiliados realizarán una manifestación
el viernes en respaldo a Posada Carriles. Esa es la imagen que
transmitimos al mundo. Es posible que Posada Carriles sea una
víctima inocente de las maquinaciones de Fidel para implicarlo
en el ataque al avión de Barbados. Pero también
algunas de sus acciones, las que él mismo ha reconocido,
han prestado un servicio inigualable a la tiranía, porque
no han tenido nada que ver con la lucha armada y sí con
el terrorismo. Cuando las bombas comenzaron a explotar en los
hoteles de La Habana tuve profundas sospechas de que era una operación
montada por la propia Inteligencia cubana. Porque poner víctimas
inocentes que nada tienen que ver con el problema cubano sólo
sirve a la dictadura en su campaña universal de descrédito
contra sus oponentes. Poco después Posada concedió
una entrevista al New York Times en la que se hacía responsable
de dichas bombas. ¿Qué opinión se hizo el
pueblo de los Estados Unidos cuando leyó esa entrevista?
¿Ayudó Posada Carriles con eso a la libertad de
Cuba, o sirvió a los intereses propagandísticos
del régimen? Esas son las cosas que explican por qué
el pueblo norteamericano, el pueblo que más ha contribuido
a la libertad de otros pueblos, no nos ha dado su apoyo a pesar
de que desprecia a Fidel Castro.
Algo similar ocurre con los grupos que iban a los Everglades de
la Florida, vestidos de camuflaje y armas largas a entrenarse
para la lucha armada. El problema no está en el entrenamiento
que realizaban si su propósito era realmente luchar con
las armas contra la dictadura. El problema está en que
al otro día salían las fotografías de los
entrenamientos en los periódicos, con todo el descrédito
que ello representaba. ¡Nunca se había visto a un
grupo armado más interesado en la propaganda de sus acciones!
Es el caso con las bombas que durante una época explotaron
en los consulados cubanos de varios países, violando la
soberanía de esos países. ¿Cómo podemos
exigir respeto por nuestra soberanía, cuando no respetamos
la ajena? ¿Cómo podíamos recabar el apoyo
del pueblo norteamericano cuando una bomba explotaba en el consulado
cubano de Nueva York, y luego un grupo que se decía luchar
por la libertad de Cuba se hacía responsable? ¿Y
los ataques furtivos a instalaciones civiles costeras de Cuba?
¿Merecían esas acciones el respeto y el apoyo del
pueblo norteamericano y los países democráticos?
Claro que no. Y el exilio dejó de condenar esas acciones
porque Fidel las estaba condenando también desde La Habana.
Porque lo triste de estas actividades, es que muchas han sido
promovidas por el gobierno cubano. Y en el exilio nos ha faltado
la sagacidad para darnos cuenta de ello. A pesar de que ha sido
documentado claramente.
En 1992, por ejemplo, Francisco Ávila Azcuy, quien era
jefe militar de Alfa 66, y trabajaba al mismo tiempo para la Inteligencia
cubana y el FBI, salió de las sombras y contó cómo
los agentes del gobierno cubano infiltrados en el exilio instigaban
acciones armadas que Fidel pudiera calificar después de
terroristas. Relató cómo la Inteligencia cubana
le había entregado dinero en efectivo para financiar tres
tiroteos a las costas cubanas desde el mar. Y que en una ocasión
le dieron doce mil dólares para que comprara una embarcación
para Alfa 66. Antes de hacer sus declaraciones, y para demostrar
su credibilidad, Francisco se alió con un canal de televisión
local y filmaron secretamente uno de sus encuentros con el oficial
de la Inteligencia cubana que lo atendía y que fungía
como diplomático acreditado ante las Naciones Unidas en
Nueva York. El escándalo obligó después al
gobierno de los Estados Unidos a expulsar al diplomático
de su territorio.
Esa es tan sólo una intriga revelada entre las muchas que
corre la Inteligencia cubana entre esos grupos. ¡Y todavía
existe una porción respetable de este exilio que apoya
a esa gente! La mayoría son gente sencilla y extremadamente
ocupada con sus trabajaos y que está a merced de lo que
escucha en las estaciones de radio de Miami. Esa ha sido una responsabilidad
de los líderes que debieron tener la audacia de explicar
a sus compatriotas la diferencia entre lucha armada y terrorismo.
Entre los que trabajan para la libertad de Cuba, y los que sirven
a los intereses del régimen con sus acciones. Porque sería
muy distinto si esas actividades estuvieran encaminadas al verdadero
enemigo. Aquí se sabe dónde viven los represores
más conocidos de Cuba, los asesinos y los torturadores
que abusan cotidianamente en las prisiones cubanas, los chivatos
que han inundado de tragedia a tantas familias, los jefes de la
Seguridad y la policía represiva. También se sabe
dónde están las unidades fronterizas del MININT
que han cometido crímenes contra el pueblo, como la de
Canimar, por ejemplo. Y yo pienso que cualquier acción
armada llevada a cabo contra cualquiera de esos objetivos militares,
cualquier ajuste de cuentas a esos canallas por alguno de los
comandos que aquí dicen se infiltran allá, habría
recibido el respeto absoluto de todos. ¡Caramba, no hay
que ser muy inteligente para darnos cuenta del timo al que nos
somete toda esa gente!
Recuerdo que siendo un adolescente escuché a Fidel decir
durante un discurso que el noventa por ciento de las organizaciones
contrarrevolucionarias de los años sesenta habían
sido creadas por la Seguridad del Estado, y que en muchas de las
otras los agentes de la Seguridad componían más
de la mitad de sus hombres. Y me pregunto cuál será
la magnitud del esfuerzo que la Inteligencia cubana ha puesto
en promover organizaciones de corte terrorista en el exilio.
Personalmente creo que la estrategia de lucha debe ajustarse a
las condiciones del momento, y que ahora la opción armada
no es viable desde afuera, entre otras cosas, porque viola las
leyes de los Estados Unidos y otros países. El mundo de
hoy no es el de Martí en vísperas de la guerra del
95, ni el del Granma en 1956, y las operaciones armadas desde
el exterior, sencillamente no son producentes. Sin embargo, aunque
no esté de acuerdo con esa opción de lucha, sentiría
siempre el mayor respeto por los hombres que la hubieran llevado
a cabo contra objetivos represivos del régimen. También
habrían tenido el discreto respeto del pueblo norteamericano
y una buena porción del mundo, aunque lo desaprobaran.
Pero ese no es el caso.
Las consecuencias de tales actos han sido terribles para el exilio.
Nos han quitado aliados cruciales y nos han privado del respeto
que merecemos internacionalmente. En Cuba mientras tanto, sólo
han servido para aglutinar al pueblo, para indoctrinar a la juventud
en el odio y la desconfianza, y para descalificar a los que se
oponen al gobierno.
Y tercera: porque hemos dejado a la juventud en los centros académicos
del mundo a merced de la propaganda castrista. Es cierto que los
recursos del exilio no pueden competir con los de un estado que
cuenta con miles de diplomáticos, y prácticamente
fondos ilimitados para la labor de diseminar mentiras. Pero también
es cierto que no hemos sabido organizar a nuestros hijos para
combatir, aunque sólo fuera en las universidades norteamericanas,
a la propaganda castrista. I digo organizar porque es todo lo
que se necesita hacer con nuestros jóvenes. Es increíble
la identificación que tienen los cubanos nacidos aquí
con la patria de sus padres. Si le preguntas a cualquiera de ellos
de dónde es, te dirá que de Cuba. Así son
nuestros hijos, y así de firme ha sido el amor a la patria
que le han transmitido sus padres. Pero todo el talento y toda
la fuerza que tienen nuestros jóvenes están expresados
solamente en esa pasión por Cuba, pero sin efectividad.
¡Cuán diferente serían las cosas en los campos
académicos si nuestros jóvenes dieran conferencias,
interactuaran con otros jóvenes, despertaran la polémica
y dieran testimonio de la realidad que vive Cuba! Porque aunque
exista en las universidades una intelectualidad frívola
que está dominada por la desidia, la verdad de Cuba, descrita
y documentada por nuestros jóvenes, sería imparable.
Esas son las razones por la que creo no hemos tenido el reconocimiento
internacional que podríamos tener. Sin embargo los fracasos
son experiencias, y veo que cada vez son más los cubanos
aquí que cobran conciencia de lo importante que es apoyar
las iniciativas de la disidencia dentro de Cuba que, por estar
allí, está mejor preparada para definir la estrategia
de lucha correcta allí. Creo que una vez alcanzado un consenso
entre los grupos opositores dentro de Cuba, el exilio cubano lo
apoyará abrumadoramente. Desde luego, también se
escuchará la estridente voz de esos profesionales de la
Inteligencia cubana que viven aquí para oponerse a todo
lo que signifique unidad. Pero serán una minoría,
gritona, pero insignificante.
27. ¿Que grado de infiltración cree que
padece la disidencia en el insilio y en el exilio, es esta la
causa de todos sus males?
Muy alto. Aquí y allá, a todos los niveles. Pero
creo que le damos más importancia de la que merecen, y
ya con eso les estamos ayudando en su trabajo. Porque no olvidemos
que su misión es sembrar la desconfianza y la división
entre nosotros, impedir que sumemos nuestros propósitos
en un frente común. Y a veces nos dejamos llevar por la
paranoia de los espías y sospechamos de todo el mundo,
lo que nos impide aglutinar esfuerzos. Tampoco se trata de confiar
en todos, pero podríamos tener estrategias más efectivas
para mantenerlos a raya si tuviéramos mayor consenso en
nuestras acciones. Esa estrategia no puede ser la misma en el
exilio que en Cuba.
Acá podemos trabajar de manera transparente. Y si los individuos
somos transparentes en nuestras vidas y en nuestras acciones,
ya con eso desarmamos bastante a los espías que nos puedan
pisar los talones. Porque no hay arma más poderosa contra
la infamia que el decoro. Y no hay que temer a los espías
en las cosas que podemos hacer abiertamente, sin paranoias ridículas.
Digamos, por ejemplo, que mañana surja una iniciativa para
reunir firmas de exiliados en una carta al Secretario General
de las Naciones Unidas pidiéndole que exija al gobierno
cubano la liberación de todos los prisioneros de conciencia.
Entonces comenzamos a preparar la lista de gente que queremos
que firme, y alguien dice: “no, ese o aquel no, porque creo que
es espía de Castro”. Y a mí me parece una estupidez
esa actitud. Porque si el hombre fuera espía y está
dispuesto a firmar, ¡pues su firma cuenta también!
Por otra parte, no dudemos que si tenemos un espía entre
el nosotros lo primero que hará es decir exactamente eso
para mermar el esfuerzo.
Entonces tendríamos que ser más transparentes a
incluyentes en las actividades que pueden serlo. Pero al mismo
tiempo, mucho más cerrados en las cosas que requieren la
discreción. Digamos por ejemplo, que un grupo de exiliados
se propone mañana introducir en Cuba, por mar, 20,000 copias
de bolsillo de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Entonces debe organizarse enteramente en secreto, sin
envolver a nadie que no tenga que estar necesariamente involucrado
con la operación, sin mencionarlo por teléfono o
correos electrónicos que pueden ser interceptados. Esa
discreción debería mantenerse antes, durante y después
de la operación. Porque también, cuando con ánimos
de protagonismo llamamos al periódico al día siguiente
y a las estaciones de radio para contar como introducimos los
libros a Cuba, le estamos haciendo el trabajo a la Inteligencia
cubana. Ellos, que habrían tenido que movilizar a cientos
de agentes para intentar enterarse sobre las vías que utilizamos,
el cuándo y el cómo, reciben toda la información
de nuestras propias bocas porque queremos ser héroes en
el periódico local.
Las condiciones en que lucha la disidencia en Cuba son muy diferentes,
por cuanto allí los espías son la ley, el juez y
el carcelero al mismo tiempo. Nadie mejor que los que están
allí, al corriente de las condiciones a nivel de ciudad
y barrio, puede decidir mejor como lidiar con estos personajes
de doble cara. En Cuba existe un rostro visible de la disidencia,
e indudablemente existe otro clandestino, que irá ganando
fuerza y efectividad en la medida que logre burlar a la Seguridad
del Estado, así como desarrollar mecanismos que le permita
detectar en tiempo a los espías potenciales.
Una cosa, sin embargo, debe quedar clara para todos los espías
en Cuba y en el exilio: Nuestra patria no estará siempre
a merced de los delincuentes que la gobiernan hoy. El día
que la ley y el derecho vuelvan a reinar en Cuba, aquellos que
con su traición llevaron la tragedia a muchísimas
familias, tendrán que enfrentar el peso de la justicia.
28. ¿Cree que el General Abelardo Colomé
Ibarra es indispensable para el régimen se mantenga tras
la muerte de Fidel o ve posible que tenga planeada una estrategia
de salida para que si la democracia llega a la isla él
y los suyos estén a salvo?
No. Allí no hay nadie indispensable para el que ejerce
el poder. ¿Eran indispensables Arnaldo Ochoa, Tony de la
Guardia, José Abrantes y Pascual Martínez Gil? ¿Lo
fueron Roberto Robaina y Carlos Aldana? Tampoco lo será
Colomé Ibarra. Pero este no es un hombre que se distinga
por tener cabeza propia. Pertenece al círculo íntimo
de Raúl y posiblemente tenga un desempeño similar
en el futuro.
Creo que vale la pena aclarar una cosa en cuanto a Ramiro Valdés.
Te decía antes que no creo Raúl le dará poder
real regresándolo al MININT. Pero dada su reputación
como policía eficiente, posiblemente permanecerá
largo tiempo en la posición que ocupa ahora. No nos equivoquemos.
La designación de Ramiro como ministro de Informática
y Comunicaciones está fundamentada en la necesidad de controlar
el flujo de información, impedir el acceso libre a la Internet
y perseguir a los que se atreven expresarse anónimamente
por ese medio. Pero es una posición civil, y él
no será una amenaza para Raúl desde allí.
En cuando a si Colomé u otros tienen una estrategia de
salida, lo dudo. Están tan confiados en sus posiciones
que no lo ven la posibilidad de que tengan que abandonar el país
a la carrera. Pero no es de extrañar. Los tiranos se alejan
tanto de sus pueblos que pierden la percepción de la realidad,
hasta que despiertan en medio de la revuelta y pagan con sus cabezas.
Así ha sido siempre, y así será en Cuba,
a menos que los líderes actuales se llamen a la razón.
Debo expresar el más grande de los agradecimientos al Mayor
Orestes Lorenzo y a su familia por robarles un poco del precioso
tiempo que ganaron para disfrutar de su mutuo amor en libertad,
espero que sus opiniones les hayan abierto un poquito más
los ojos para que puedan ver que no hay que cejar en la lucha
por la libertad de los injustamente encarcelados y por una Cuba
Libre y Democrática. |