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Zoé
Valdés es habanera lo cual es
ya una actitud ante la vida. Nació en 1959,
lo cual implica una aptitud ante la muerte. Empezó
escribiendo poesía. Sigue siendo poeta.
Estudió en el Pedagógico Superior
hasta que la expulsaron. Estudió Filología
en la Universidad de La Habana hasta que se autoexpulsó.
Trabajó en la Delegación de Cuba
ante la Unesco como documentalista cultural, allí
aprendió a comer con tenedor y palitos
chinos (lo último ya lo olvidó).
Trabajó en al Oficina Cultural de la Embajada
Cubana en París, allí supo más
de la cuenta. A su regreso a la Habana, estuvo
desempleada. Después comenzó a trabajar
como guionista de cine y como subdirectora de
la Revista de Cine Cubano en el Instituto Cubano
de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC)
hasta diciembre de 1994. Ha publicado Respuestas
para vivir (poesía, Letras Cubanas, 1986,
Premio Roque Daltón, México, 1982),
Todo para una sombra (poesía, Editorial
Taifa, Barcelona, 1986, accésit Carlos
Ortiz, 1986), Sangre azul (novela, Letras Cubanas
y Actes-Sud, 1993), La nada cotidiana (novela,
Emecé, 1995), traducida al francés,
alemán, inglés (en EE.UU. y en el
Reino Unido), finlandés, italiano, griego,
neerlandés, portugués de Portugal
y de Brasil, turco y yugoslavo, La hija del embajador
(novela, Bitzoc, 1995, y Emecé, 1996, Premio
Novela Breve Juan March Cencillo), Ira de ángeles
(noveleta, Lumen, 1996), Te di la vida entera
(finalista del Premio Planeta 1996), Vagón
para fumadores (poesía, Lumen, 1996), Café
nostalgia (novela, Planeta, 1997), Traficantes
de belleza (cuentos, Planeta, 1998), Cuerdas para
el lince (poesía, Lumen, 1999), Los aretes
de la luna (noveleta infantil, Everest, 1999),
Querido primer novio (2000). Zoé Valdés
vive en París con su hija Attys Luna y
su esposo Ricardo Vega.
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Por
Zoe Valdez
Mis
mejores amigos son homosexuales. Mi hermano y mi hermana lo
son.
Sin embargo, no tendría que empezar este artículo
aclarando mi posición si criticar ciertas posturas
frívolas, que no posiciones ideológicas de los
homosexuales, no fuera considerado en la actualidad políticamente
incorrecto.
En las vacaciones del verano pasado, me topé con varios
muchachos con camisetas que lucían la famosa imagen
del Che, del fotógrafo cubano Korda, aunque se dice
que los derechos de autor los cobra la dictadura castrista
desde hace mucho rato.
Me
acerqué a los jóvenes y pude percatarme de que
a juzgar por sus conversaciones, por el modo de moverse,
en sus almas vibraba La Bayamesa, que es una de las
tantas formas poéticas que tenemos los cubanos para
describir los amaneramientos femeninos en los hombres.
Vivo en El Marais, bohemio barrio parisino en cuyas casas
se han instalado una buena parte de la comunidad homosexual,
masculina en su mayoría, con su éxito de boutiques
dedicadas al género.Intelectuales burgueses, negociantes
judíos, libreros y comerciantes culinarios se asustan
ante la invasión de tiendas chinas al por mayor, de
traiteurs asiáticos y del mundo nocturno homosexual;
yo creo en la mezcolanza.
Amo mi barrio con su mestizaje y su amalgama de géneros,
pero no puedo pasar por alto,que en las vidrieras de ropa
para mariposas (otro apodo poético para las locas)
se exhiben con demasiada frecuencia las camisetas con la imagen
del Che. El Che en todos los colores y a precios desorbitantes.
A
principios de año organicé una exposición
de dibujos eróticos de mi amigo, el pintor cubano Ramón
Unzueta, en una de mis librerías preferidas:Les Mots
à la Bouche. Meses más tarde firmaba ejemplares
de mi novela Lobas de mar traducida al francés en el
mismo espacio.
Le
he tomado mucho cariño al librero, Walter Alluch. Es
un hombre alto, atento, servicial y siempre que me aconseja
un libro da en el blanco. Fue el caso de La mauvaise vie de
Fréderic Mitterrand, alguien a quien admiro desde que
hacía aquellos magníficos programas de cine
en la televisión francesa. La novela autobiográfica
de Fréderic Mitterrand es una joya literaria y humana,
y como me ha entrevistado en varias ocasiones hemos podido
conversar sobre Cuba. Su punto de vista es muy claro en relación
a la dictadura.
Me
fascina quedarme arrebujada en un rincón de la
librería o bajar y descubrir las películas y
los álbumes eróticos. Vaya sorpresa que me llevé
cuando al puntear con el dedo los lomos de los DVD encontré
una película porno, filmada en Cuba, y en cuya portada
sonreía un joven cubano, encuero de la cintura hacia
abajo, mostrando sus partes más íntimas -y ¡qué
partes!- y cubierto el pecho, no podía ser
de otra manera, con una camiseta roja con la figura del guerrillero,
delineado en negro. Me dije: «Ahí está,
el hombre nuevo».
Hoy
me he vuelto a tropezar con una loquita asiática, mano
partida a la cintura, remeneo de caderas y tumbe lánguido
de párpados; desde luego, camiseta chea, que en Cuba
quiere decir, ridícula.
No
me pude contener. Le
pregunté si sabía quién era el Che. Sonrió
tímidamente, NO, me contestó. Al llegar a casa
llamé a un amigo homosexual. Me comenta que toda esta
«euforia maricona» (palabras suyas, él
es cubano) con el Che se desprende de la película de
Walter Salles. En el mes de mayo de 2004 se acababa de estrenar
en el Festival de Cannes la cinta Diarios de motocicleta,
cuyo tema es el viaje y descubrimiento personal del continente
latinoamericano por dos jóvenes argentinos montados
en una vieja motocicleta, Ernesto Guevara, de 23 años,
estudiante de Medicina, y Alberto Granado, de 29 años,bioquímico.
Mi
amigo me explica que un número importante de homosexuales
interpretaron que el Che era loca -no de carroza, de motocicleta-
porque lo que interpretaba Gael García Bernal,
quien al mismo tiempo estrenaba el personaje de loca en la
película de Pedro Almodóvar LA MALA EDUCACION.
El azar concurrente lezamiano resulta delicioso. Con lo que
odiaba el argentino a los homosexuales, con lo que los persiguió
en Cuba, y ahora resulta que ha pasado de ser el héroe
de mayo del 68 a mártir del Orgullo Gay. Curioso. El
personaje más homofóbico que ha parido la Historia
de las revoluciones es adorado por ese público de consumidores
de fanatismos de izquierdas. Lamentable.
Voy
a poner un ejemplo publicado en el diario El Nuevo Herald
digital el 28 de diciembre de 1997: Cómo asesinaba
el Che. Su autor es Pierre San Martin (pseudónimo).
«Eran
los últimos días del año 1959; en aquella
celda oscura y fría 16 presos dormían en el
suelo y los otros 16 restantes estábamos parados para
que ellos pudieran acostarse, pero nadie pensaba en esto,
nuestro único pensamiento era que estábamos
vivos y eso era lo importante; vivíamos hora a hora,
minuto a minuto, segundo a segundo sin saber que depararía
el siguiente.
»Fue
como una hora antes del cambio de turno cuando el crujiente
sonido de la puerta de hierro se abrió, al mismo tiempo
que lanzaban a una persona más al ya aglomerado calabozo.
De momento, con la oscuridad, no pudimos percatarnos que apenas
era un muchachito de 12 ó 14 años a lo sumo,
nuestro nuevo compañero de encierro.
»'¿Y
tú que hiciste?', preguntamos casi al unísono.
»Con
la cara ensangrentada y amoratada nos miró fijamente,
respondiendo: 'Por defender a mi padre para que no lo mataran,
no pude evitarlo, lo asesinaron los muy hijos de perra.'
»Todos
nos miramos como tal vez buscando la respuesta de consuelo
para el muchacho, pero no la teníamos. Eran demasiados
nuestros propios problemas. Habían pasado dos o tres
días en que no se fusilaba y cada día teníamos
más esperanzas en que todo aquello acabara. Los fusilamientos
son inmisericordes, te quitan la vida cuando más necesitas
de ella para ti y para los tuyos, sin contar con tus protestas
o anhelos de vida.
»Nuestra
alegría no duró mucho más cuando la puerta
se abrió.Llamaron a 10, entre ellos el muchacho que
habia llegado ultimo no
habiamos equivocado, pues a los que llamaban nunca más
los volvíamos a ver.
»¿Cómo
era posible quitarle la vida a un niño de esta forma;
sería que estábamos equivocados y nos iban a
soltar? Cerca del paredón donde se fusilaba, con las
manos en la cintura, caminaba de un lado al otro el abominable
Che Guevara.
»Dio
la orden de traer al muchacho primero y lo mandó a
arrodillarse delante del paredón. Todos gritamos que
no hiciera ese crimen, y nos ofrecimos en su lugar.
»El
muchacho desobedeció la orden, con una valentía
sin nombre le respondió al infame personaje: 'Si me
has de matar, tendrás que hacerlo como se mata a los
hombres, de pie, y no como a los cobardes, de rodillas'.
»Caminando
por detrás del muchacho, le respondió el Che:
'Con que vos sos un pibe valiente'...
»Desenfundando
su pistola le dio un tiro en la nuca que casi le cercenó
el cuello.
»Todos
gritamos: asesinos, cobardes, miserables y tantas otras cosas
más. Se volteó hacia las ventanas de donde salían
los gritos y vació el peine del la pistola. No sé
cuántos mató o hirió. De esta horrible
pesadilla, de la cual nunca logramos despertar, pudimos darnos
cuenta
después, en la clínica del estudiante del hospital
Calixto García, adonde nos habían llevado heridos.Por
cuánto tiempo, no lo sabríamos, pero una cosa
sí estaba clara, nuestra única baraja era la
de escapar, única esperanza de superviviencia».
Cito
en toda su integridad el testimonio con la esperanza de que
la comunidad homosexual, con quien me identifico y de quien
soy solidaria, entienda que llevar la imagen del Ché
como moda, constituye un insulto para muchas de sus víctimas,
entre las que se encontraron grandes escritores homosexuales
cubanos: Virgilio Piñeira y Reinaldo Arenas. Sin contar
los niños que han crecido traumatizados con el famoso
lema como tarea vital: «Seremos como el Che».
O sea guerrilleros y terroristas.